Se ha considerado en las últimas décadas que la vida acelerada y el desarrollo vertiginoso de los avances tecnológicos son los grandes productores de ese fenómeno llamado estrés. El estrés está en todas partes. Hay ciertas presiones y demandas del ambiente que producen estrés en determinadas personas. Digo determinadas, porque las diferencias individuales y grupales siempre se manifiestan en el ambiente, en términos de respuestas cognitivas y conductuales.
Y a todas estas, ¿qué es el estrés? Según Richard Lazarus y Susan Folkman en su libro Estrés y procesos cognitivos (1986), el estrés se define como una relación particular entre el entorno y el individuo, que es evaluado por éste como amenazante o desbordante de sus recursos y que pone en peligro su bienestar. Pero, ¿puede esto ser aplicado a los niños y las niñas? Antiguamente se pensaba que los niños no padecían de este mal, pues no tenían obligaciones ni preocupaciones. No obstante, hoy día se sabe lo que muchos padres y maestros relatan acerca de los niños: éstos pueden percibirse angustiados, con temores, ante múltiples eventos de la vida (cambio de colegio, enfermedades, divorcios, desastres naturales, bajo rendimiento escolar, entre otros) que se consideran negativos para su propio bienestar. Por todos estos motivos, es innegable la presencia del estrés en la población infantil.
El estrés aparece en la edad infantil. Esto es debido a que la escuela se ha vuelto exigente y competitiva, demandando de los niños aprendizajes rápidos de conocimientos sin suficiente asimilación, muchas veces forzando el ritmo natural que los niños tienen para aprender. Observe los siguientes elementos y verá que las niñas y niños pueden sufrir de estrés, tomados de Merino (1999): Pérdida de algún padre (por divorcio o fallecimiento), orinarse en clase, perderse; ser dejado solo, ser molestado por niños mayores, ser ridiculizado en clase, peleas entre los padres, cambiar de colegio o de salón, ir al dentista o al hospital, exámenes, llevar a casa un reporte negativo del colegio, romper o perder cosas, ser diferente (en algún aspecto), un nuevo bebé en la familia, hacer algo ante un público, llegar tarde al colegio.