En la vida ajetreada de hoy en día, pareciera que es
cada vez más cuesta arriba pasar tiempo de calidad en familia. Son cada vez más
las demandas para los seres humanos: ascender en el trabajo para tener mejor
sueldo, estudiar más años y más cosas porque la competencia es fuerte,
levantarse cada vez más temprano debido al creciente tráfico que tenemos en
nuestras ciudades, llevar a los muchachos al colegio, llegar al trabajo a
tiempo, asistir a clases, preparar la comida, etc. Concentrándonos en la parte
de la familia, llama mucho la atención la conducta de los padres en el contexto
deportivo. Es decir, cuando están con sus hijos en algún evento deportivo, bien
sea que estos últimos estén de espectadores con ellos o estén en el campo de
juego desempeñándose.
Vemos
conductas tales como: quieren dirigir el partido como si ellos fuesen los
entrenadores, ofenden a los muchachos del equipo contrario, les dicen
comentarios a los suyos que incitan a la violencia y a la falta de respeto.
Específicamente, no está la presencia del Fair
Play, es decir, el juego limpio.
¿Cómo
esperan que los hombres y mujeres de mañana sean educados y personas de bien si
vemos a estos padres y representantes en partidos infantiles y juveniles de
disciplina como el fútbol y el béisbol a padres y representantes reprendiendo a
sus representados cuando no juegan bien, insultándoles y diciendo que no
sirven? Si un infante o adolescente es expuesto de esta manera a estos mensajes
de manera permanente, esto puede afectar su psiquis. ¿De qué manera? Si ve que
papá, mamá u otro representante lo hacen sin que haya orientación al respecto,
ese niño, esa niña, esos adolescentes seguramente repetirán esa conducta,
teniendo consecuencias. ¿Cuáles? Mal ejemplo para los niños y niñas, rechazo
por parte de otras personas, expulsión del campo de juego, que el entrenador
saque a ss hijo o hija del campo de juego para castigar a ese representante, genera
más violencia e inclusive la muerte, si hay alguna persona radical allí
presente. Al respecto, Marcelo Roffé (2008) en su libro “Psicología del jugador
de fútbol: con la cabeza hecha pelota” nos dice: “Muchas veces los padres son
inductores de estrés y agresión competitiva. Es así que antes del inicio de la
competencia organizamos reuniones con el objetivo de orientarlos y establecer
pautas claras. Hablamos de padres que son generadores de estrés: "(¿Cómo un
joven puede jugar bien, si cada vez que comete un error, escucha los lamentos
de la madre y percibe el rostro decepcionado del padre?), de dobles
mensajes de agresión (basta ver algunas competencias), de mala alimentación, y
hasta de depresión en sus hijos de bajo rendimiento escolar y de deserción en
las aulas. Y todo esto, con las mejores intenciones”.
¿Cuál es la actitud correcta? Somos seres
humanos y tenemos emociones. Sin embargo hay que saber canalizarlas. Los hijos
no tienen la culpa de nuestras frustraciones o desgracias, así que evite
transmitírselas, o criará un resentido de por vida. Si sentimos rabia o
cualquier emoción negativa, busquemos un sitio donde nos sintamos cómodos y
saquemos dicha emoción de nuestro cuerpo. Si no la sacamos, eso se somatiza en alguna
enfermedad. Por alguna parte va a salir.
Recordemos que nuestros hijos ven en
nosotros un modelo a seguir y van a querer imitarnos. Por eso debemos tener
cuidado cómo, dónde y cuándo emitimos las conductas.
Cuando estemos con nuestros hijos en el
campo de juego, vamos a estimularlos positivamente a que pueden mejorar su
rendimiento. Recuerde que importa que disfruten lo que hacen y aprovechar de
compartir con nuestra familia, ya que en el ajetreado mundo de hoy, vemos muy
poco a nuestra familia.
Alessandro D'Amico
@alessdamico